
No son los días los que me hacen crecer sin madurar, madurar descompone y crecer alimenta, no es el viento el que me empuja a seguir, hay veces que ir hacia adelante me nubla la vista y dar un paso hacia atrás me hace recuperar perspectiva, no es el dinero el que me da el lujo reclamado, no es darle valor a un papel lo que me hace rico, ni mucho menos grande.
Estar consciente de ello es estar despierto a ver que no nací para estar en una sociedad diseñada de una forma hermética que necesita de la psicología para arreglar casos como el mío o como el tuyo, casos que quieren respirar por decisión propia, por convicción de ser alguien con identidad desalienada de decretos concretos, prefiero mi subjetividad a seguir bajo la objetividad de mis miles de padres adiestradores.
No soy el que llama humilde al que calla sus virtudes para no opacar o incomodar, sino al que deja todo por alcanzar sus sueños, porque al hacer esto ¿con qué se queda? no se queda con nada de lo antes llamado propio, este es un acto de verdadera humildad.
No soy un ejemplo y nunca lo seré, no soy buena persona, no soy mala persona, pero sé quien soy y eso me hace tomar las riendas de mi libertad, cuando no lo hago veo que ésta es un caballo salvaje difícil de domar.
Soy el que fuma, el que bebe, el que hace ejercicio, el que sólo consigue llorar en las películas, el que acepta su soledad, soy el que no busca rodearse de gente para no estar sólo, aceptar mi compañía me regala al mejor amigo, soy el que no cuenta los dedos de las manos para representar a sus amigos, mejor uso mis manos para abrazarlos.
Soy el que piensa que hacer el amor no es un acto que implique necesariamente una pareja, lo hago con cada paso, con cada respiro, con cada plática, con cada mirada, con cada acto, hago el amor porque me encanta amar lo que hago.
Soy el que con una imagen se inspira a redactar su interior.